Hay un relato que recolectó Mateo en su evangelio cuando Jesús es entregado y cobardemente traicionado por Judas. Éste último llevado por la codicia vende a su maestro y lo entrega en manos de quienes le darían muerte. Judas cumple con el perfil de quien a sangre fría traiciona a su ser querido, es el típico personaje de la serie que está etiquetado como un vehemente egoísta que actúa por y para su beneficio personal. Bueno, eso pensamos nosotros. Pero Jesús, ¡ufff, Jesús piensa diferente!
A ésta altura del relato del primer evangelio, Jesús está rodeado de sus seres queridos, “Amigo, ¿a qué vienes?” Mateo 26:50a. Le dice “AMIGO”, no fue una ironía de Jesús, no fue una palabra con un significado oculto. En realidad la palabra expresa la característica bondadosa de una persona como camarada, compañero. ¿¡Qué bondad ve Jesús en Judas!? ¿Acaso ve Jesús algo en Judas que los demás no ven?. Sí, claro que sí. Es que Jesús ve con ojos de amor, su amor transciende nuestra realidad y nuestra maldad. Es la mirada de amor de Dios sobre la humanidad la que hace que la historia cambie.
Dejo en el lector el ejercicio de preguntarse:
¿Cómo estoy amando? ¿Qué veo en los demás? En Jesús tenemos a uno que es capaz todos los días de ver más allá de nuestra limitada realidad y de nuestra pobreza espiritual. Uno que nos ama incondicionalmente. ¿Somos capaces de amar de esa manera? Él nos ve y vuelve a repetir la expresión: “¡Amigo!”.
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